miércoles, 6 de agosto de 2008

EL PRIMER MILAGRO


Según la leyenda basada en testigos oculares fue una familia de cirqueros que se dirigían a la ciudad de Guadalajara la cual llego a descansar a esta región, trayendo con ellos varios espectáculos, entre ellos el de una niña que brincaba en un trapecio sobre una cama con dagas, en un acto, la niña no equilibra bien y cae sobre la misma provocándole la muerte inmediata. Poco antes del entierro de la niña, una indita llamada Ana Lucia, anciana de unos 70 años y esposa de Pedro Andrés, persona encargada de cuidar la pequeña capilla, al ver el dolor de los padres de la niña pide llevar a una pequeña imagen, la cual ella llamaba La Cihualpilli lo cual significa La Gran Señora, diciendo que era muy milagrosa ya que en ocasiones la imagen cambiaba de lugar de la sacristía al altar en el transcurso de la noche en repetidas ocasiones. Los padres afligidos permitieron que la indita Ana Lucia colocara sobre el pecho de la menor la imagen de la Virgen, devolviéndole la vida a la niña. El volantinero agradecido les pidió a los indios que se la dejaran llevar a Guadalajara para mandarla aderezar, y la volvería con toda puntualidad. Concediéndole los indios, y la noche que llegó a la Ciudad, fueron a la puerta de la casa donde se hospedó, unos mancebos y preguntaron si había algo de pintura o escultura qué aderezar que ése era su oficio. El dijo que sí, que una imagen de un pueblo, llamado San Juan, traía para eso, y entregándosela esa noche, al día siguiente muy de mañana y tanto, que el dicho Volantín aun no se levantaba de su cama, se la entregó tan bien aderezada y compuesta como se ve hoy en día. Y enviándoles un recado agradecido, y ofreciéndoles remunerar su trabajo, y suplicándoles que le esperasen a que se levantara, no hallaron a nadie, ni pudieron hallarlos, ni razón de quienes eran. Conque sin duda eran personas a quienes todas las noches son días, o mejor decir de las que vinieron aquél día que ni tiene, ni ha de tener noche, Ángeles sin duda eran, que vinieron a emplearse en el aderezo de la Imagen de aquella Señora a quien sirven en su persona en el Cielo, y en sus imágenes en la tierra. El Volantinero gozoso del buen suceso, trajo la imagen milagrosa a San Juan, y contó a los indios la providencia del Cielo en su aderezo. Y desde entonces la pusieron en el Altar.

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